FUKUSHIMA: mejor, activos hoy que radio-activos mañana

abril 1, 2011

Una cosa son las catástrofes naturales y otra la codicia, las mentiras y el oscurantismo. Obvio. Lo primero no puede evitarse. Lo segundo, resulta directamente un atentado hacía las personas y no deberíamos permitirlo.

Esta es la información que os presento respecto a la radioactividad, de la mano de algunas de las personas que más saben sobre el tema. Les doy las gracias por compartirlo.

1.- El accidente nuclear de Fukushima y la salud
Helena Fuste, Josep Martí y Eduard Rodríguez Farré. Grupo de Medio Ambiente y Salud del Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS)

La Energía Nuclear genera de forma habitual una secuencia reiterada de hechos: desinformación, incertidumbre, temor, consecuencias, y con el tiempo… olvido. Hasta que un nuevo episodio en algún otro lugar del planeta, de este planeta internamente dinámico nos recuerda nuevamente el descomunal error de la utilización de una tecnología extremadamente peligrosa, de un riesgo inaceptable, nacida por la guerra, diseñada para producir plutonio, y utilizada posteriormente para producir energía. En cualquier caso una forma infinitamente absurda y desaconsejable de producir vapor de agua para mover una turbina, porque no lo olvidemos, centrales nucleares y bombas se fundamentan en tecnologías similares y en un mismo fenómeno: la fisión nuclear.
Hay desinformación porque sistemáticamente se produce un intento de ocultar la magnitud de lo que esta pasando, de minimizar el riesgo. A menudo se oculta en un primer momento no sólo a las autoridades competentes en la materia, sino también a la población para no crear alarma en una situación completamente alarmante.

En el gravísimo accidente de Fukushima, además, las autoridades han estado intentando ocultar el riesgo y manifestando que la situación estaba bajo control, mientras helicópteros que volaban a 100 Km. resultaban irradiados, o hasta que el Comisario europeo de la energía ha calificado la situación de apocalíptica.

Incertidumbre porque es muy difícil saber qué es lo que realmente está pasando en estos reactores, dado que a partir de un cierto nivel de daños, se inutilizan los sistemas de registro. Además de la difícil predicción de los acontecimientos, que no presentan buenos augurios, hay evidencias que nos hablan de la gravedad de lo que está pasando. Gravedad que en este momento se traduce en efectos; 10 millones de personas, los habitantes de Tokio ya han sido expuestas a una radiación 10 veces superior a la llamada normal.

Temor, porque a pesar de los argumentos e intentos de desinformación que se dan respecto la energía nuclear, hay una masa crítica de conocimiento sobre la peligrosidad inaceptable de esta tecnología y del riesgo que conlleva. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki, las pruebas nucleares, y los gravísimos accidentes que se han producido en centrales nucleares han generado suficiente información en todo del mundo.

Consecuencias, por que, tal y como se ha demostrado en algunos accidentes, hay diversas situaciones en las que los sistemas de control, seguridad y emergencia van cayendo uno tras otro y no sólo, como en este caso, por causas de un terremoto y tsunami posterior, sino también en condiciones normales.
Después pasa el tiempo, y el olvido, inherente a la especie humana diluye el recuerdo, mientras los poderosos lobbies nucleares con fuertes intereses económicos, que nunca dejan de existir, inician nuevamente el proceso necesario para desarrollar su peligroso negocio. Desgraciadamente, ningún olvido puede cambiar los hechos. Recordemos por ejemplo Chernobil; siete millones de personas desplazadas, miles de kilómetros cuadrados de tierras altamente contaminadas, un número de muertos difícil de precisar, un incremento de un 27% de cáncer de tiroides, (la única patología que tiene trazabilidad) y daños en el material genético de varias generaciones. Sin embargo, por increíble que resulte, se están construyendo 2 nuevas centrales en Ucrania.

¿Se puede hacer una estimación de cuál es la magnitud del riesgo?
Si nos restringimos al uso estrictamente civil, todo el ciclo nuclear; la extracción, el enriquecimiento de uranio, las centrales en su funcionamiento «normal». La minería, las centrales, el reprocesamiento, y otros, no han hecho más que aumentar la radiación de fondo, y por tanto la exposición de las diferentes especies vivas del planeta, a las radiaciones ionizantes. Este hecho, produce un enorme riesgo para la salud y el medio ambiente debido a la diseminación de radionúclidos. Cuando menos tiempo haga que ha aparecido una especie en el proceso de la evolución, mayor es su vulnerabilidad, dado que habrá evolucionado con una radiación de fondo menor. (Hasta hace 60 años, la radiación de fondo del planeta había sido disminuyendo).

En una situación, ya inadmisible desde el punto de vista de la salud y de    la  vulnerabilidad genética, hay que añadir el riesgo de accidentes. Aunque en los últimos años, y especialmente después de la larga lista de accidentes producidos, se ha invertido mucho en seguridad, el riesgo no hace más que aumentar dado que las casi 500 centrales nucleares que hay en el planeta están envejeciendo progresivamente. Por un parte, el riesgo de partida es similar, dado que la tecnología es prácticamente la misma, pero a este riesgo, hay que sumar lo que se deriva del envejecimiento y de los problemas que suele presentar cualquier tecnología. Además, los errores humanos,  las condiciones del planeta, la amenaza del terrorismo, no hacen más que incrementar esta situación.

¿Cuáles son los riesgos medioambientales y para la salud del accidente de Fukushima? ¿Cómo se difunden los radionúclidos en el medio ambiente y llegan a las comunidades humanas?
La liberación de grandes cantidades de material radiactivo al medio ambiente tiene gravísimas consecuencias para la salud pública y el medio ambiente.
En el núcleo de un reactor se producen más de 60 contaminantes radiactivos de vida corta y de vida larga. De forma directa por exposición, o indirecta, y debido a la afinidad que presentan con los seres vivos de muchas de las sustancias radiactivas emitidas, aumentarán el riesgo de padecer cánceres y provocarán una depresión de la inmunidad general del organismo.
La forma de exposición puede ser directa, en el momento en que se produce la emisión de sustancias radiactivas, o bien indirecta, por incorporación posterior  mediante las cadenas tróficas (alimentarias).

Las consecuencias de la exposición directa o indirecta a elevadas dosis  de radiactividad son el cáncer, las alteraciones gastrointestinales, afecciones a la médula ósea o de los aparatos reproductores (infertilidad, malformaciones…) y el debilitamiento del sistema inmunológico.
En los seres vivos, más específicamente, dependerá de varios factores: de la energía que lleven estas radiaciones, de la cantidad que llega a un órgano o tejido, de su capacidad de penetración, de las características de las células, los tejidos y la radiosensibilidad de la especie, así como de la fuente de radiación y si ésta es interna o externa. Finalmente dependerá también de la vulnerabilidad, de la bioacumulación y de la forma de dispersión y de concentración en la biosfera.

Los radionúclidos introducidos en la biosfera estarán además sometidos a varios factores; geoquímicos, meteorológicos, acuáticos y biológicos, que determinan su dispersión y circulación por el medio. Pueden recorrer grandes distancias desde el foco emisor. A estos factores hay que añadir aspectos como cantidad y características de los radionúclidos diseminados, radiosensibilidad, bioacumulación y otros.
Además de la exposición a las radiaciones externas que sufran los directamente afectados, además de la exposición inmediata a través del aire respirado, en el futuro los efectos del accidente de Fukushima se diferirán a lo largo del tiempo y en futuras generaciones, debido a la transmisión a través de las cadenas tróficas.
Esta será la principal dispersión que se incorporará a los humanos con  los alimentos.

¿Cuáles serán los daños producidos?
En primer lugar, como ya hemos comentado, los efectos de la radiación dependen de la radiosensibilidad de las diferentes especies en función de la radiación de fondo existente en el momento de su aparición. Aparte de los daños que se producirán en diferentes organismos y ecosistemas, y que también acabarán llegando a las sociedades humanas, los propios humanos estamos entre las especies más recientes, por tanto, entre las especies más sensibles a las radiaciones.
En segundo lugar, depende de las dosis. La exposición a dosis elevadas produce toda una serie de cambios, como la muerte celular extensiva. También se desencadenan factores que producen aberraciones y rupturas cromosómicas. Más difícil es definir una linealidad en dosis bajas, sin embargo, hay un consenso general en que no existe una dosis umbral por debajo de la cual no hay efectos para la salud, se decir, no hay dosis sin efectos. En general, una exposición a sustancias radiactivas, aunque sea pequeña, es peligrosa, especialmente si se produce de forma continua.

En tercer lugar depende del tipo de partículas. Los daños pueden ser más o menos graves según la radiación emitida sea alfa, beta o gamma. Cabe señalar que el  Plutonio 239 que emite partículas alfa es más agresivo que el Cesio 137 y el estroncio 90 que emiten radiaciones gamma y beta respectivamente.

En cuarto lugar, los efectos dependerán de si la radiación es externa o interna. Cuando la irradiación producida llega sólo de forma externa, actúa durante el tiempo que se esté en el área de exposición. En el caso de irradiación interna, es decir, posterior a la inhalación o ingesta de partículas radiactivas, éstas actúan como focos de emisores, e irradian tejidos, órganos y células donde el radionúclidos esté depositado. Los efectos variarán en función del tiempo que esté el radionúclidos en el organismo, de su vida media biológica y de su período radiactivo. Algunos contaminantes podrán acumularse por inhalación en los pulmones, en los ganglios linfáticos, o en los huesos. Todos estos órganos irán recibiendo radiación a lo largo el tiempo.

En quinto lugar, dependerá de su toxicidad.Algunas de las sustancias radiactivas que se emitirán a la atmósfera el yodo-131, el estroncio-90 el cesio-137 y el plutonio 239 son algunos de los contaminantes más perjudiciales para la salud humana. La afección por yodo es inmediata, provoca mutaciones en los genes y aumenta el riesgo de cáncer, especialmente de tiroides. El Cesio se deposita en los hombros, el estroncio se deposita en los huesos. Ambas sustancias multiplican la posibilidad de padecer cáncer de huesos, de hombros o tumores cerebrales, entre otras patologías.

En sexto lugar dependerá de su vida media física-el tiempo necesario para que la actividad de una cantidad de radionúclidos se reduzca a la mitad. El Yodo 131 tiene una vida media de 8 días el Cesio 137 tiene una vida media de 28 años, el Estroncio 90 tiene una vida media de 30,17 años, y el Plutonio 239 de 24.400 años. También dependerá de su vida media biológica, es decir, el tiempo en que la mitad de la masa de un radionúclidos incorporado al organismo se elimina. Este es un valor medio que puede presentar ciertas variaciones en función de factores tales como la edad, características personales y órganos que han recibido la radiación.

En séptimo lugar dependerá de su dispersión en el medio (suelo, aire, agua) y de la forma en que los radionúclidos se concentren a lo largo de las cadenas tróficas.
Dado los riesgos asociados a la contaminación por yodo, estroncio y cesio radiactivos, los mecanismos de su transferencia a la dieta son los mejor estudiados. Se incorporan a los vegetales por penetración por las hojas o por absorción radicular. El Cesio se fija mejor en el suelo, donde se absorbe y se acumula fácilmente.
El Yodo y el Estroncio son más móviles. Las plantas que absorban los
contaminantes pueden contener ya cantidades importantes que serán ingeridas y nuevamente concentradas para animales herbívoros. Desde aquí, el paso a la alimentación humana es preferentemente el ganado bovino que en general habrá acumulado los contaminantes de forma considerable.

El Yodo 131, además de su absorción directa a través del aire respirado, y debido a su corto período de desintegración, se ha observado que la leche es el vector más importante, y en menor medida, los derivados lácteos. Muy pocos días después de su liberación al medio se puede detectar su presencia en la leche y en la tiroides bovina y humana, desde donde se convertirá en un foco emisor de radiación.

El Cesio 135 es soluble en agua y extremadamente tóxico en cantidades ínfimas. Después de entrar en el organismo se distribuye como el potasio, depositándose preferentemente en los músculos.

El estroncio 90 se distribuye al organismo como el calcio, es decir, se incorpora a los huesos, donde se convertirá en un foco emisor, con una vida media relativamente larga.

El Plutonio 239 es de las sustancias más tóxicas que se conocen. Puede tener múltiples efectos en diversos órganos del cuerpo. Su vida media en el pulmón es de unos 300 días, de 82 años en el hígado, en ganglios linfáticos de 1500 a 2800 días, y sería de 200 años en los huesos, en caso improbable de que un irradiado por plutonio pudiera llegar a esa edad.
Por otro lado, desde las aguas contaminadas, estas sustancias pueden llegar a las poblaciones humanas, directamente o bien cuando las aguas de cuencas contaminadas se utilicen para el riego. En este último caso, se acumularán igualmente bien en los pastos, o bien en otros vegetales de la dieta. A partir de aquí se incorporarán a los humanos por ingestión directa o mediante los herbívoros ingeridos. También cabe mencionar la bioacumulación a través de las cadenas alimentarias fluviales o marinas, que pueden acabar transfiriendo radionúclidos  a los humanos y tienen una gran capacidad concentradora. Por otro lado, algunas especies presentan también una gran capacidad de concentración biológica que es un factor determinante para la contaminación de los niveles tróficos superiores.

La situación producida en el reactor 3, uno de los dos con el vaso roto en el momento de escribir este documento, es aún mucho más crítica, dado que el combustible utilizado es una mezcla de uranio y plutonio. En esta situación, presumiblemente, se liberará plutonio-239 (MOX).

La catástrofe calificada de «improbable, impredecible e incluso impensable» por los partidarios de la industria nuclear, finalmente se ha producido. Estamos asistiendo a un hecho de importantes consecuencias para la salud de ésta y otras generaciones. La forma de obtener energía «limpia, rentable y segura» que algunos intentan vender, ha producido ya muchos y gravísimos accidentes.

Hoy, en una situación definida como apocalíptica, una serie de fusiones en el núcleo de varios reactores, aún sentimos voces que la defienden, a pesar de los daños al medio ambiente y a la salud de las personas, que se harán sentir en ésta y en próximas generaciones.

Además del necesario ahorro energético, tenemos alternativas energéticas suficientes, en todo el mundo, pero especialmente en nuestro clima mediterráneo, que debemos llevar a la práctica con decisión y liderazgo político, para poder ir cerrando las centrales nucleares y así avanzar en la protección de la salud humana y del medio ambiente.

2) Fukushima: un Chernobil a cámara lenta, en Sin Permiso Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal.

3) Viviendo con la radiactividad, incluido el gas radón, en el supositorio de Vicente Baos.

4) Riesgos radiactivos: unos mejores que otros   El gerente del mediado, de Sergio Minué Y Pensar. Esperar. Observar (sobre los riesgos radiológicos).

Olga Fernández Quiroga