Cuatro historias ordinarias
MARTA
Marta está preocupada por la vuelta al trabajo después de la pandemia mundial del virus Covid-19. Trabaja en un organismo semi-oficial. Trabajo precario. Se fue a casa el 14 de marzo con la precaución de llevarse la libreta de contactos. Ha pasado el tiempo. Teletrabajando. Con sus propios medios. En los servicios administrativos del organismo en el que trabaja, están ella y otra compañera. Ella ya tiene a sus hijos mayores, así que no la necesitan y puede apañarse, pero su compañera tiene niños pequeños a su cargo. No puede arreglarse de ninguna manera. Está preocupada por ella. Se ha ofrecido a trabajar presencialmente durante estos meses. Le han dicho que no. Le sabe mal. Está muy apesadumbrada. Su jefa ocupó en su día un alto cargo político en la Administración catalana. Ahora el cargo es menos importante. La llama a cualquier hora del día. Ella la atiende siempre.
CRISTINA
Cristina trabaja en un Ayuntamiento de unos 20.000 habitantes. También teletrabaja desde su casa. Pronto podrá volver a trabajar presencialmente, porque ya han empezado los turnos. Su pueblo ha ido pasando de fases, así que ya están los restaurantes abiertos. Ella observa a la gente en las terrazas, tomando sus cervezas, sus tapas, sus cafés con leche…y se siente mal. La gente en los bares y ella aún no puede volver con sus compañeros No sabe de dónde viene su malestar. Simplemente le parece un contraste…extraño. Entiende que a lo mejor esas personas que están en las terrazas igual viven solas y salir y poder tomar algo en el bar es como una salvación, que los bares y restaurantes necesitan abrir…sí. Quizás. Pero sigue sintiendo malestar. Hubiera preferido que todo el mundo estuviera en la misma fase. Que fuéramos todos juntos…
ANA
Ana cree que a ella aún le faltan bastantes días para volver. También trabaja desde casa. No sabría decir cómo está. Está bien, contesta cuando le preguntan. Y es verdad. Lo está. Tiene una buena casa, con la familia en armonía y todos bien, pero en realidad, pasan cosas. Está inquieta. Piensa en su amiga María. En unos pocos días, a su amiga Maria, se le han muerto los padres, se le ha muerto la suegra y su marido ha estado ingresado muy grave en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) del hospital. El marido se está recuperando. No sabe qué decir.
MONTSE
Montse trabaja en una Administración autonómica, en un importante Departamento. Teletrabaja en casa. Sin medios, pero a tope. Quisiera poner horarios fijos a su teletrabajo y decir que no. No lo hace. Y no es por miedo, ni tampoco porque no le guste. Le gusta y además le va bien. Simplemente no puede decir no. Dentro de muy poco, a la vuelta presencial, los van a trasladar desde el lugar céntrico en el que estaban ahora, a un extremo de la ciudad, con muy mala combinación de transporte. Tardará el doble. No tienen contrapartidas. Todo le parece muy complicado. Y ahora con esto del coronavirus, aún mas. Duerme muy mal por primera vez en su vida.
Sí, después de este «I love you», deciros que son cuatro historias de casos reales. Pequeños indicios. Historias ordinarias. Hay historias mucho más dramáticas en estos días (violencia doméstica, falta de alimentos, enfermedades, hacinamiento, soledad, muertes…) Montse, Ana, Cristina, Marta, siempre dicen que están bien, excepto cuando pueden hablar un poquito acerca de cómo están. Y empiezan por lo más leve, lo más banal.
Hay algo muy inquietante, que inquieta, en ese objetivo que hemos llamado de la “nueva normalidad”. Cuando se contrasta con la realidad, aparece muy lampedusiano, “que todo cambie para que no cambie nada”.
Después del miedo, de la obediencia, del sacrificio, ¿Volvemos a lo mismo? ¿Sobrevivir? ¿No vivir? ¿No vamos a ir a una sociedad mejor? ¿Una situación inédita no va a conducirnos a una salida inédita?
¿Qué es lo que nos pasa? Lo que expresan estas historias le sucede a mucha gente. Hay una vertiente social, colectiva y una personal, subjetiva. Ambas con malestares justificados.
Seguiré/seguiremos con el tema.
Olga Fernández Quiroga