Este post es una felicitación de Nadal y también el deseo de un mejor Año Nuevo 2021.
Claro que es una felicitación diferente a la de otros años. Viendo la del año pasado, no tengo ningún futuro como adivina. El año 2020 ha sido muy especial. ¿Y el búho? Pues, he tomado al búho como un símbolo del COVID-19, que ha puesto patas arriba nuestro pequeño gran mundo.
Siempre me han gustado los búhos, las lechuzas y toda esa familia de aves rapaces nocturnas. De pequeña intentaba imitar ese peculiar sonido que emiten, algo así como «uh-uh/uju-ju-ju!» (más o menos). Tenía la esperanza de que me contestaran. Y como lo seguí intentando de mayor, un día sí me contestaron. Pero esa es otra historia.
El búho, animal nocturno, silencioso, con simbolismos diversos. El bien y el mal. Lo bueno y lo malo. Ambivalencia. Dualidad. De ahí viene mi elección.
Lo mismo está asociado a la diosa Atenea (Minerva para los romanos), y por lo tanto a la inteligencia y la reflexión, la sabiduría, el aprendizaje, que a la prudencia, por los masones e iluminati con ese ojo fijo que todo lo ve o al luto y la desolación, para los habitantes del Medioevo.
Como representa a la oscuridad, también simboliza a los pecadores, a los judíos que matan a Jesús e incluso al mismísimo Satanás. Pero como todas las criaturas del Señor también deben tener una parte buena, pues ahí está nuestro búho como representante de la meditación y la soledad, inmóvil en un lugar durante mucho tiempo y eso en vez de relacionarlo con lo tenebroso, se interpreta como que huye de la luz de la alabanza y la gloria, para mostrar su humildad.
Se le atribuye la capacidad de focalizar la atención en lo que interesa y dado que su cabeza gira 360º, también puede ver las cosas desde todos los ángulos posibles e interrelacionar la información. ¡Qué envidia!
Todo eso puede ser el virus de la COVID para nosotros, la humanidad. La muerte, el dolor, el lado oscuro y también la ocasión para aprender, para centrar nuestros objetivos en lo básico, en reflexionar acerca de lo que realmente queremos en nuestras vidas y en las vidas de los humanos que nos sigan.
Ver, mirar y comprender que este virus, es algo evitable, que nosotros tenemos mucho que ver en su existencia y su capacidad de destrucción y por lo tanto, podemos hacer mucho para que permanezca allí dónde debería estar. Tanto este virus, como los otros que previsiblemente le seguirán y nos visitarán. Esa sería la primera conclusión.
Las demás, en otro post.
Las propias fiestas de las navidades tienen esa dualidad: la alegría, el compartir, la espiritualidad y también la tristeza y la melancolía. Son fiestas espirituales, pero a la vez son el gran mercado consumista.
Aquí os dejo con esta foto de un belén…más o menos heterodoxo. Y con la pregunta del título ¿Dónde está el búho? Sí, hay un búho y se puede encontrar. A ver si lo encontramos, en este belén y en nuestra vida, la subjetiva y la social. Un pelín de paciencia, otro de observación y ahí está el búho, con el ojo que todo lo ve.
¿Dónde está el Búho?
Podéis compartir vuestros hallazgos en los comentarios del blog.
La foto es de Fidel Soler. El fondo es un tapiz regalo de mi amiga Angeles Cubí y representa un rincón maravilloso del precioso pueblo de Vallfogona del Ripollés, en la provincia de Girona.
Cuidaros este año especialmente.
Seguimos el año que viene, el 2021!!!
Olga Fernández Quiroga