La medicina de la palabra

julio 1, 2018

En esta ocasión os pongo primero este corto, que dura 2’18», se titula «la medicina de la palabra» y está dirigido por Einar Soler. La fotografía e iluminación es de Fidel Soler y la música original de Sebastià Saurina. Es para que lo veáis antes de leer el post, así tendréis vuestra propia idea. Luego, si os apetece leer mi opinión, estupendo y si no, pués ya tenéis la vuestra.

Aquí está el corto.

Este corto, realizado con la técnica de stop motion, anuda en su título dos palabras que generalmente van por caminos paralelos: medicina y palabra y tiene la enorme virtud de compilar en pocos minutos, grandes problemas de la práctica de la medicina y aportar un inicio de mejora.

La palabra es lo que nos hace humanos, mejor dicho lo que configura nuestra humanidad, la que nos dota de ese universo simbólico sin el cual no existiría el pensamiento ni el ser humano cómo tal.

Y ahí está ese ciudadano que entra en la consulta de su médico, con el teclear del ordenador de fondo y se va con el cuenco de pastillas, triste, sin palabras, con la mesa y el ordenador a modo de muro adicional a la actitud del profesional. A veces los objetos como el ordenador o la mesa nos sirven de protección al contacto. No hay palabra. No hay mirada. No hay relación. La única relación son las pastillas. Es una situación que desgraciadamente puede ser habitual en la consulta. Y el médico se va directo a las pastillas, otra barrera al contacto. Medicar es diferente a medicalizar.

En la segunda escena, vemos algo de la vida de la persona que ha ido al médico. Soledad, tristeza, silencio y obediencia a la receta médica, aunque esta obediencia le provoque las primeras consecuencias negativas. Efectos secundarios o quizás directamente efectos primarios. Una pequeña esperanza la encontramos en ese libro que le acompaña cuando llega a su casa, como única compañía, mientras espera las toma sucesivas de ese gran cuenco de pastillas…

¿Y si retrocedemos y volvemos a empezar? ¡¡Venga!!!.  Música diferente. Aparecen las palabras, el diálogo, la mirada, la sonrisa, el contacto, incluso se tocan y la mesa y el ordenador ya no sirven de muros, ni de excusas, ni de protección y las pastillas ya no son el único modo de relación posible…

No sabemos qué va a hacer ese paciente cuando se va, con su amplia sonrisa, de la consulta del médico, no sabemos si va a romper con su soledad y va iniciar un camino de lecturas compartidas, no sabemos si se va a curar de su enfermedad, si es que tiene una enfermedad, con o sin pastillas, pero sí sabemos que en este “rebobinado”, la primera escena no se va a repetir. No habrá vómitos causados por la pastilla, no habrá soledad, desaparecerá esa tensa espera entre horas en dónde la protagonista principal es la pastilla, no habrá esa tristeza profunda de la primera escena.

También para el profesional sanitario, las cosas cambian, aunque sea por ese “buenos días”, que suena tan íntimo, tan acogedor, tan cariñoso, tan alegre. Aunque solo fuera por eso, ya habría realizado la mitad de su trabajo. Pero es que además habla. Igual sabe del aislamiento de su paciente, igual sabe de sus dolores, los físicos y los mentales, igual incluso hay algunas identificaciones propias…

Poder hablar, poder ser escuchado, poder escuchar, poder mirar (no solo ver), poder sentirse mirado no como un organismo o un cuerpo, sino como una persona, no como un usuario, un cliente o un paciente, sino como una persona, en su subjetividad, porque si bien la enfermedad atañe a la ciencia y a lo objetivo, el enfermo atañe a la subjetividad.

Me gusta la diapositiva 21 de mi conferencia en Molina de Aragón sobre  «salud, género y  comunidad rural:  la participación del paciente», que podéis encontrar en el blog  y que dice más o menos así:

«…  la medicina “objetivada”, elimina a los sujetos: médico y paciente y deja al objeto: la enfermedad y así el enfermo deviene objeto para el profesional, el profesional para el Sistema y el Sistema para la ciudadanía. ¿Qué  nos queda? Un Sistema y una medicina enfermas…»

 Medicalización/Desmedicalización/ Polimedicación /Yatrogenia/ Desprescripción/

– La relación médico/paciente que viene de la no relación médico paciente

– La tecnología, una herramienta que puede ser un muro o un puente

– La sonrisa, un arma cargada de futuro

– Los libros, entre la medicina y la palabra

– La soledad, como metáfora de una sociedad que en su ideología tiene su piedra angular en la soledad y el individualismo.

El comentario que más me ha gustado respecto a este corto lo hizo Jan, de 9 años, sobrino de mi amiga Viky. Después de verlo atentamente, Viky le pregunta si entiende quienes son los personajes y dónde están. Jan contesta así (respuesta en català y mi traducción al castellano)

– Sí és una consulta del metge. En el primer tros: aquest home no li agrada la seva feina, passa de tot (referint-se al metge). És trist, fa pena. La solució és parlar.

(Sí, es una consulta del médico. En el primer trozo, a este hombre no le gusta su trabajo, pasa de todo (se refiere el médico). Es triste y da pena. La solución es hablar.

Jan no tiene claro el por qué vomita y la relación con las medicinas, pero le gusta verlo, aunque lo considere triste.

¿ A qué es precioso?

El corto, ha sido presentado en el IV Festival de Cortos del Laboratorio de Prácticas Innovadoras en Polimedicación y Salud. Sobre Salud Comunitaria, en dónde encontraréis un montón de cortos muy interesantes e instructivos.  Por cierto, estupenda iniciativa gracias al trabajo de un grupo de gente con mucho empuje. Felicidades a todos/as.

Olga Fernández Quiroga