Reproduzco este escrito firmado por profesionales de la salud pública, desmintiendo las afirmaciones que relacionan inmigración con rebrotes de enfermedades infecciosas.
El pasado día 13 de mayo conocimos una noticia grave: el Sr. Pau Fernández Monllaó, joven presidente del Partido Popular en Tortosa y candidato a la lista municipal de aquella ciudad, declaraba públicamente que su programa electoral promueve la creación de un «centro de acogida y control de enfermedades de transmisión» porque, aseguraba, «muchos inmigrantes cuando llegan aquí están infectados con tuberculosis, sarampión o enfermedades que en España han sido erradicadas, y tenemos que seguir un control para no incrementar el coste sanitario que pueden suponer después». Y siguió proponiendo que cuando lleguen los inmigrantes en la ciudad pasen por un control sanitario previo para obtener el padrón.
Desde entonces, le han seguido las declaraciones de otros líderes del PP, como la de Alberto Fernández Díaz, en Barcelona, y la de la propia presidenta del PP en Catalunya, Alicia Sánchez Camacho, que se refirió en campaña electoral en Salt, ciudad ejemplar en sus intentos de ser un referente convivencial en nuestro país, precisamente por la gran diversidad de procedencias de sus habitantes y por las soluciones que entre todos intentan arbitrar.
En Badalona, Xavier García Albiol ya hace tiempo que practica la mentira y la difamación sistemática del colectivo de los «inmigrantes», que identifica cada dos por tres con la «delincuencia».
Sorprende aún el hecho de que ninguno de los altos líderes estatales del PP ha corregido el tiro, ni ninguna oficina de prensa de este partido ha desdicho nada de lo que dicen algunos de sus candidatos catalanes, de manera que podemos concluir que se trata de un posicionamiento claro por parte de un partido que puede tener una cuota importante de gobierno, a diferentes niveles, a partir del próximo día 22 de mayo, sobre todo en el resto de España. Están formulando un aviso contundente para el común de la ciudadanía, referido a nuestra salud y el futuro de nuestro estado del bienestar, en la medida que puedan llegar a ser administradores en algún grado.
En el terreno de la lucha partidaria de este convulso periodo electoral, en que la gente más poderosa acude con sus patrimonios y sus ganancias reforzados, mientras que la más vulnerable tiene en peligro todo lo que le corresponde (sueldo, vivienda, ahorros, prestaciones sociales), sólo algunos otros líderes políticos (pocos, para nuestro gusto) han situado la deriva del PP en la calificación que le corresponde.
Como profesionales de la salud pública, y a partir de nuestros conocimientos y experiencia, de lo que pasa también en otros lugares, y de nuestros posicionamientos personales en favor de una comunidad integrada en un mismo país que queremos respetuoso de los derechos y deberes humanos y garantizador del estado del bienestar para todos, consideramos que la relevancia de lo que se empezó diciendo desde Tortosa, y que ha ido extendiéndose por todo el país, como laboratorio de lo que, a buen seguro, se trasladará a todo el Estado, supone la rotura de una frontera: es una falacia hablar de la salud, el bien considerado más preciado para todos los ciudadanos, como de un peligro público cuando se trata de la de los «inmigrantes», algo que, afirmamos, es rotundamente falso, que se dice de mala fe, y que, quien la dice, no está ni por la equidad entre toda la población ni para solucionar los problemas reales de nadie, venga de donde venga.
Foto:timbre sucio by Bambo en Flickr
Una frontera que ha sido saltada sin ninguna vergüenza, apelando a la visceralidad de la gente y añadiendo leña al fuego a los problemas sociales que hoy nos afectan a todos, causados por una organización salvaje de las finanzas y de la economía de la que la inmensa mayoría sufrimos las consecuencias…
No importa, al parecer, que el balance migratorio, tan intenso años atrás, ya se haya detenido drásticamente, como corresponde a la falta de oportunidades laborales, y que prácticamente sólo el reagrupamiento familiar (una herramienta básica para la integración y la salud mental y social de los colectivos, y, por tanto, de toda la sociedad) sea lo que hoy se vaya acomodando y estabilizándonos demográficamente.
Los datos catalanes (IDESCAT et als) y españoles (INE) sobre el perfil de los recién llegados son bien concluyentes. Rescatamos una breve reseña de estos últimos, referidos al 2007 (cuando la situación todavía era al alza), contenidos en la Encuesta Nacional de Inmigrantes, realizada al conjunto español, que pone de relieve que la población inmigrante es mayoritariamente joven, un 72,3% de personas menor de 45 años, un 20,4% entre los 45 y los 64 y un 6,9% de más de 65, con más presencia masculina que femenina (52% y 48%, respectivamente) y con un elevado nivel educativo, superior globalmente al de la población autóctona (una de cada dos personas había completado los estudios de secundaria y el 20,5% de los inmigrantes era titulado superior). La encuesta recoge también su amplia diversidad cultural, social, religiosa y económica.
Era necesario que hiciéramos esta introducción, antes de entrar en lo que nos corresponde como profesionales, y que constituye el aval que nos permite hablar públicamente: siendo como es de complejo, hoy, el mundo de las relaciones humanas y, por tanto, de la salud de las colectividades, nos fijaremos sólo en lo que empezó este nuevo intento de incendio de la convivencia: se ha hablado de tuberculosis, sarampión o enfermedades que en España han sido erradicadas.
Sobre la primera de ellas sabemos, por la Agencia de Salud Pública de Barcelona, que «la tuberculosis, una enfermedad que era de elevada incidencia a mediados de los 90 en Cataluña, está disminuyendo de manera clara en esta década, siendo el año 2009 un 60% más baja que entonces «.
Con todo, la tuberculosis es una enfermedad bacteriana que se propaga más fácilmente, entre otros factores, por el hecho de vivir en entornos empobrecidos e insalubres, y es eso lo que tiene que ocupar a los poderes públicos y los que quieren ser nuestros representantes. Proponer y encontrar soluciones.
En cuanto al sarampión, una enfermedad incluida en el calendario de vacunación, mantiene una cobertura elevada por parte de la población. Si siguen apareciendo casos se debe, bien a que se produce una acumulación de personas susceptibles (la vacuna no es eficaz al 100%) o bien a que hay familias que no quieren vacunar a sus hijos, que, por cierto, se da de manera bastante más frecuente entre personas autóctonas que entre las escasas recientemente. Un rebrote del sarampión detectado hacia el 2006 tuvo estas características.
Por tanto, los recién llegados a nuestro país y que se infectan de enfermedades virales como el sarampión u otras, pertenecen a colectivos que no fueron vacunados en sus países de origen, que normalizan su situación al estar aquí y que pasan a encontrarse en la misma situación que el resto de ciudadanos.
En el caso de las enfermedades supuestamente erradicadas, pues, ni la tuberculosis ni el sarampión lo están todavía, ni en Cataluña ni en España, y los «inmigrantes» que se contagian de alguna de ellas lo hacen por los mismos motivos que la población autóctona.
Queremos finalizar con dos referencias: la primera, conocida hace pocos días, y que, aunque ha venido a corroborar datos anteriores, ha impactado aún a mucha gente: se trata del volumen 31 de la colección de Estudios Sociales de la Obra Social de «la Caixa» demostrativo de que el balance entre lo que los inmigrantes residentes en nuestro país aportan a los indicadores del estado del bienestar es muy superior a los servicios sociales (también sanitarios) de que gozan.
La segunda referencia, referida directamente al terreno de la salud, es la que nos dan varios estudiosos, según la cual los inmigrantes residentes en el conjunto de España, tienen mejores indicadores de salud que la población general en su país y practican una menor utilización de los servicios sanitarios que la población autóctona de igual edad y sexo.
Las políticas de salud tampoco tienen que considerar a los inmigrantes como un colectivo homogéneo, que no lo es, del mismo modo que no lo es tampoco la población dicha autóctona, ni mucho menos, de manera que las políticas deben dirigirse al conjunto de la población, independientemente de su lugar de nacimiento, de género u otros condicionantes, y, además, deben contemplar las necesidades específicas de grupos de personas y de momentos de la vida de cada uno en que lo necesiten.
Es el paradigma de la lucha por la disminución de las desigualdades sociales.
Resumiendo: nos corresponde establecer e identificar la relación entre la salud de las personas y sus determinantes, como los estilos de vida, la situación económica, la familiar, la vivienda, las influencias sociales y comunitarias, las condiciones laborales (y, sobre todo, la falta de trabajo) y el uso de servicios educativos, culturales y sanitarios.
Esto es lo que nos debe permitir orientar las políticas destinadas a proteger la salud de la población, que somos todos. También, por supuesto, hay que tener presente el fenómeno migratorio. Naturalmente.
Pero de ninguna manera añadir a sus condiciones específicas la responsabilidad de atentar contra la salud de toda la comunidad.
Quien lo afirma lo hace con datos que no son ciertos y, en consecuencia, tampoco lo son los argumentos que se derivan. Miente descaradamente y comete una injusticia grave contra el conjunto de la población y, particularmente, contra las personas que han venido a vivir y a trabajar entre nosotros porque nuestro país los necesita. Todos somos ciudadanos.
Catalunya 18 de mayo de 2011
JOSEP M. ARMENGOU I IGLÉSIAS, metge salubrista, soci de la SSPCB (Societat de Salut Pública de Catalunya i Balears) i de la SESPAS ; CARME BORRELL, metgessa, CAPS (Centre d’Anàlisi i Programes Sanitaris); ELENA JORDI CASAS, metgessa de família; DAVIDE MALMUSI, metge especialista en Medicina Preventiva i Salut Pública;JOSEP MARTÍ VALLS, doctor en Medicina (membre del CAPS); JOANA MARTÍN BOCOS, infermera de salut comunitària; IRENE MOLINS TARANCÓN, fisioterapeuta infantil; ALBERT MONCADA RIBERA, psicòleg. Màster en Salut Pública; ANA NOVOA, metgessa especialista en salut pública. Màster i doctora; GLÒRIA PÉREZ, metgessa especialista en medicina preventiva i salut pública; ROSA PUIGPINÓS I RIERA, tècnica superior en salut pública; MAICA RODRÍGUEZ-SANZ tècnica en salut pública; ANNA SCHIAFFINO RUBINAT, BSC, MPH; CARME VALLS LLOBET, metgessa,( CAPS)
La noticia en El periódico
Olga Fernández Quiroga